Hoy quiero compartir con ustedes una experiencia personal, la aventura
que viví junto a mi hija Jimena cuando tomamos la decisión de que estudiara en
casa. Recuerdo perfectamente el día en que se lo propuse, ella tenía 13 años.
Imaginen su cara, una mezcla de sorpresa y, confieso, un poquito de susto. Y es
que, en Costa Rica, salirse del esquema tradicional de la escuela no es algo
común, mucha gente incluso desconoce que es una opción. Ella lo explica muy bien en este video…
Recuerdo que no fue una decisión que tomamos a la ligera. Primero
investigué, conversé con una madre que lo utilizó con sus hijos, valoré los pros y los contras sobre la mesa.
Jimena tenía sus dudas, ¡quería su uniforme, sus profesores, la rutina que
conocía!. Pero también veía en la propuesta una oportunidad diferente.
Finalmente, decidimos intentarlo. Y su
papá, siempre nos apoyó en estas aventuras.
Los inicios no fueron fáciles, eso es cierto. Veníamos de un sistema muy
estructurado donde todo está pautado: horarios, materias, cómo estudiar. Para
Jimena, al principio, fue un poco como perder el rumbo. Ella misma lo dice,
extrañaba la figura del profesor al frente, las tareas
"tradicionales". Mi papel entonces fue crucial. Le decía: "Jimena, entienda que
ahora tiene la posibilidad de manejar las cosas como usted
quiera y como a usted le
sirva, porque cada persona tiene una manera diferente de aprender". Incluso tenía la flexibilidad de participar
en otras actividades, porque ella misma podía organizar y planificar su
horario.
Fue un proceso hermoso verla descubrir cómo aprendía mejor, si
escuchando, leyendo o haciendo. Juntas
fuimos probando diferentes métodos: tutores, mi propia ayuda,
videos educativos, libros.... Poco a poco, Jimena fue adaptando las cosas a un
sistema que le funcionaba a ella. Y quiero destacar algo muy importante: estudiar en casa no significaba menos
exigencia. En Costa Rica, el Ministerio de Educación Pública
(MEP) tiene convocatorias de exámenes dos veces al año, con temarios que
abarcan desde séptimo grado hasta bachillerato. Jimena tenía que estudiar todo
ese contenido y presentar los exámenes para demostrar sus conocimientos.
Verla desarrollar esa autodisciplina
y organización fue una de las mayores satisfacciones como
madre. Es cierto que los 13, 14 y 15 años fueron de adaptación, de aprender
juntas cómo funcionaba mejor este nuevo camino. Pero luego, a los 16, llegó la
pandemia, y lo que para muchos fue un gran desafío, para Jimena fue una
continuidad. Ella ya estaba acostumbrada a aprender de forma autónoma, y muchos
de sus amigos le preguntaban cómo lo hacía.
Hoy, con 20 años y estudiando en una universidad a distancia, Jimena
reconoce que la
experiencia de estudiar en casa la preparó de una manera increíble para esta
modalidad. Las habilidades de investigación, la capacidad de
estudiar por su cuenta, la organización... todo lo que aprendió en esos años
fue fundamental. Como ella misma dice, no sabe qué haría si no hubiera tenido
esa base. Y ahora se prepara para
ingresar a una universidad en Viena, Austria.
Mirando hacia atrás, no cambiaría esta experiencia por nada. Sí, tuvo sus desafíos, sus momentos de incertidumbre, pero ver a mi hija crecer como una persona autónoma, responsable y dueña de su propio aprendizaje ha sido un regalo. Creo firmemente que brindarle la oportunidad de personalizar su educación fue una de las mejores decisiones que tomamos juntas.
¿Alguna otra mamá o papá ha vivido algo
similar? ¡Me encantaría leer sus experiencias!
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